sábado, 25 de julio de 2009

Reseña en ABC de las Letras sobre "Un mortal sin pirueta"


Creo que mis relatos de "Un mortal sin pirueta" han corrido bastante buena suerte. Ya tuvieron reseñas elogiosas en El País (Babelia) y en El Mundo (El Cultural) meses atrás
Y ahora, cuando de verdad creía que el ciclo "público" del libro estaba terminado, ha aparecido (una auténtica sorpresa) en el ABC de las Letras del pasado sábado 18 de julio un artículo muy elogioso de Juan Ángel Juristo. La fotografía que le he sacado no es muy buena, pero creo que puede leerse.

miércoles, 15 de julio de 2009

Del escribir interior. A propósito de Bolaño



Si uno no anda con cuidado, después de publicar un libro, al nivel que sea, puedes volverte un completo idiota que pasa el día esperando e-mails o alertas de Google en las que se te nombre o se te reconozca (y, como dice la gente, hablo “por experiencia propia”, por mi experiencia tras la publicación de Un mortal sin pirueta). En aquella película de Fassbinder era el miedo el que devoraba el alma, pero qué decir de la ansiedad, la preocupación excesiva por la promoción, las ventas, las opiniones de unos y otros, las comparaciones con este u otro autor... todas esas cosas que pueden hacer que olvides y desatiendas justo lo esencial: eres un escritor que tiene que vérselas a solas (en un interior) con los textos. Con ansiedad no puedes escribir ni de la ansiedad. Y qué alegría recuperar la calma, la tranquilidad necesaria para seguir progresando y trabajando en un nuevo texto sin medirte con nadie, ni con nada más que tu propio escrito y sus evoluciones. En eso trato de estar ahora, en el buen y único camino, en lo único de verdad literario. Enlazando con mi entrada anterior (“Salir del mundo... literario”), se trata de un logro de algo parecido a la humildad, parecido a una disolución del yo, un quitarse de en medio, una renuncia natural que, al llevarla a cabo, casi ni importa, relaja, es un dejarse caer. Tal vez Roberto Bolaño lo expresó como pocos en “2666” cuando su personaje del profesor inválido Morini se queda en la casa de Turín y no puede acompañar a México a sus tres compañeros (Liz Norton, Pelletier y Espinoza). Bolaño escribe: “él... ya había iniciado un viaje, un viaje que no era alrededor del sepulcro de un valiente sino alrededor de una resignación, una experiencia en cierto sentido nueva, pues esta resignación no era lo que comúnmente se llama resignación, ni siquiera paciencia o conformidad, sino más bien un estado de mansedumbre, una humildad exquisita e incomprensible que lo hacía llorar sin que viniera a cuento y en donde su propia imagen, lo que Morini percibía de Morini, se iba diluyendo de forma gradual e incontenible, como un río que deja de ser río o como un árbol que se quema en el horizonte sin saber que se está quemando”.