No sé si el nuestro es un país extremista, pero sí extremo. No sólo por exagerado o pasional, sino también por las filias y fobias que despierta un personaje cuando pasa a ser demasiado público. El caso es que allá por los noventa, mi profesor de Metafísica en la Autónoma de Madrid, Filosofía, era Ángel Gabilondo. Recuerdo de él grandes clases, civilizadas, compartidas, estimulantes, sugerentes. Recuerdo también su extrema corrección con todos nosotros, su saber escuchar(nos) alejado del simple impartir un guión fijo. Más tarde, como español exagerado, le "perdí la devoción" durante su etapa de Ministro de Educación: de pronto era un político, y quizá su inclinación a entenderlo todo y contentar a todos anulaba en ese ámbito su capacidad ejecutiva, su acción real, su toma de decisiones. Puede ser, o puede ser que yo no entendiese nada. El caso es que anoche me encontraba leyendo su último libro, "Por si acaso" (Espasa), y de repente me sentí de nuevo reconfortado por él, por su agudeza, por su manera afinada de sentir y de pensar. No acierta por igual en todos los "aforismos", pero, cuando lo hace (y lo hace a menudo), te habla precisamente a ti. Y como él dice, en p. 114: "Si alguien ME habla, no simplemente habla" Tengo la filosofía bastante abandonada, pero ella parece que, a la mínima, vuelve a acogerme y no me lo tiene en cuenta.
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