viernes, 15 de mayo de 2015

Capitán de una nave

Entre la idea persistente (de meses y meses) de que no tiene uno nada importante o nuevo que contar, y la idea de que incluso le sobran y desbordan y apabullan las ocurrencias, sólo media un misterioso e inexplicable estado de ánimo. Algo que depende, tal vez, del impulso o giro de una situación, del brillo o el calor de una persona. Casi una casualidad inmerecida, pero largamente esperada. Entonces es como si todo se recolocara, o mejor, como si nada se recolocase y todo estuviese ahí, para uno, a disposición de uno. Y ese uno vuelve a reconocer su don, el que parecía haberle abandonado. Como volver a la pista siendo veterano y sorprenderte de tus tiempos de paso, no tan malos ni lejanos como habías creído y de pronto prometedores. Como la promesa por desplegar de personajes y de historias y de un yo que se pondrá a los mandos porque ya lo hizo antes, y fue capitán de una nave, y supo CONTAR.

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