lunes, 19 de noviembre de 2012

Mosquitos en noviembre

"Mosquitos en noviembre" podría ser el título de un buen relato. Lo pensaba esta madrugada a las 6 y 11 cuando ese inoportuno e insaciable insecto me ha dejado sin noche y sin descanso. (¡en noviembre!, ya no hay respeto ni valores, los atesora todos Rouco Varela, los imanta). Antes los mosquitos sólo se cebaban con uno en sitios como Gandía o Cullera y a cambio, durante el día, eras bastante feliz entre la playa y el merendero, lo uno por lo otro. Pues "Mosquitos en noviembre" podría ser un bonito cuento que incluso pudiera hablar de cualquier otra cosa (recuerdo aquel "El otoño en Pekín" de Boris Vian, que no transcurría en otoño y mucho menos en Pekín). No soy, definitivamente, capaz de escribir ese relato, pero estoy convencido de que mi hijo y mi hija (o sus amiguitos del cole) le sacarían un gran partido a la propuesta en una redacción escolar, con asociaciones de ideas deslumbrantes. De Paul Theroux no hablemos, que construyó toda una Costa de los Mosquitos. O del ocurrente mexicano Ibargüengoitia). Los editores deberían ser una especie de dioses visionarios que, sin moverse de casa (todo lo ven),  premiaran al niño (o a Theroux, o a los amiguitos de Facebook) capaces de deslumbrar con una idea, y castigaran al torpe e insomne Ernesto, porque esta vez no, esta vez no... NO escribirás ese cuento. Aunque parece bastante castigo la infertilidad de uno, e incluso estas malas noches con o sin mosquitos.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Ensimismado Paul Viejo

Paul Viejo

No conocía a PAUL VIEJO. Sabía sólo que era un tipo delgado, peinado hacia atrás y con pinta de duro, que vivía en Milán desde hace años en una especie de valiente exilio buscado. Las palabras "francotirador" y "guardaespaldas" (por supuesto, literarios) aumentaban su leyenda. También la palabra "jungla". Lo poco que sabía de él -o él de mí- me llegaba por esa condición tan intangible de "amigos de Facebook". Estos meses de octubre y noviembre en Madrid han estado para mí llenos de casualidades. Estaba yo terminando de leer LOS ENSIMISMADOS, de Paul Viejo y recibí una invitación para asistir a la presentación de Billie Ruth, de Edmundo Paz Soldán, en la librería Tipos Infames. El acto iba a presentarlo, precisamente, Paul Viejo. Al mismo tiempo, en esas mismas horas, la revista Mercurio me encargaba una reseña larga para el libro de Paz Soldán. Acudí a la librería y en el metro había terminado el último relato de Viejo, al que me encontré en un corrillo ante la puerta de la librería, donde por fin nos saludamos con un abrazo. No siempre el libro de un autor está todavía caliente en la pequeña maleta marrón que uno transporta. Parecía un revolver capaz de delatarte ante el propio escritor. A mí me delató enseguida, yo mismo confesé mi culpa: "Oye, Paul, acabo de terminar tu colección, aquí la llevo, ¿luego me la firmas?". No con un libro o con un revólver, pero sí con una escopeta que apunta en unas manos nerviosas y confusas ("Una autobiografía confusa", es el subtítulo del libro), comienza esta obra de Paul Viejo, que divide sus relatos en dos grupos: "Los descreídos" y "Los ensimismados". No fue ese primer relato de la escopeta que apunta en alto ("No temas, Jack") el que me atrapó, pero sí aprecié en él su interés en la dosificación de elementos -fragmentos rotos- y, sobre todo, su capacidad para implicar al lector en el juego de sus textos: los mimbres del cuento se fabrican, sin trampa ni cartón, ante el propio lector. Uno puede escribir como quien amaga una jugada prometedora en el campo para luego ralentizarla, cortarla, cambiar el juego, o reiniciarla. Así funcionan los impulsos narrativos de Paul Viejo. Fue con la segunda pieza, "Robert y Geena", donde me sumergí de lleno, y con gusto, en el imaginario que propone el autor, que se permite iniciar el texto como todo un Deus ex machina: "Robert quiere decirle algo a Geena, y sólo está en mi mano que finalmente se lo diga". Qué intenso relato va surgiendo desde una primera amenaza difusa, una persecución sólo sugerida y cómo vamos entrando en un road movie al uso (que se declara además típico y convencional) con atracos a mano armada a drugstore, pareja que sólo puede ser chica rubia y desesperada fuga en automóvil donde asombran ciertos detalles: "no le obliga a apartarse de la alfombra sucia de la carretera y corre todo lo que puede, mientras Geena flexiona las piernas y coloca sobre el salpicadero el abanico rojo en que se han convertido sus dedos y las uñas de los pies". Viejo propone un juego fértil con todos los ingredientes clásicos (autodeclarados) del género: "Es la historia de siempre, las noticias corren. Y más si es la pasma quien las envía. Probablemente la policía que los sigue haya dado la alarma a las autoridades de todo el condado y las autoridades de todo el condado hayan tenido que dejar a medias sus donuts para apostarse al lado inútil de la carretera esperando ver algo raro y detener un coche con una pareja y arrancarse a tiros cuando cualquier movimiento sospechoso bajase del coche y misión cumplida. Pero esta vez no sucede. Nada es distinto, pero no sucede". Y la camarera asaltada por la pareja en una cafetería solitaria mueve al duro milanés Paul Viejo al inesperado giro compasivo de ponerse a pensar y a considerar unos instantes las pocas propinas que esta mujer recibe, tan exiguas que no llegaran para la universidad de sus niñas. Se acelera el ritmo conforme el relato avanza con potentes imágenes y analogías: "Y los billetes, las carteras, los secretos, los relojes de todos los que estaban dentro, van cayendo a la bolsa que sostiene Robert como si fuera la recolecta de navidad de la parroquia". Me pregunto por el secreto de la atmósfera de este cuento y pienso en otro secreto, que no cayó en la bolsa, sino en la mente del lector: todo el texto está dominado por la visión inicial, la premonición trágica e insalvable de Robert. Qué gran final, en el que se apela al propio lector, directamente a su mirada y a su juicio, como testigo desenmascarado en su curiosidad malsana. "Septiembre", tercero de los cuentos, es para mí la joya del libro, uno de esos textos entonados, certeros y en estado de gracia. Jimmy Dodge conduciendo su furgoneta gris y... de nuevo hay que citar la primera frase: "Va a ser una noche tranquila y una historia tranquila". Dos hermanos, sus parejas respectivas, el deseo de escapar, la cabeza quebradiza, desbordada por las responsabilidades de la edad adulta, los viejos coches teledirigibles con los que jugaba de niño, el barranco que es abismo espacio-temporal, esa gran figura "Cabeza de papel", Paul, Samantha, sus diez años de relación, su aparente confort e instalación en la vida, Jimmy y su lucha contra la seriedad que nos vuelve troncos secos, el mal compartido... Es una historia que impacta ya desde su planteamiento y que te entrega en minutos todo un micromundo en el que, sin darte cuenta, estás inmerso, e interrogado. De nuevo Paul Viejo se vuelve maestro del amago y de lo sugerido entre la realidad y la ficción en "Mi regalo para Ronald. Empapada en Whisky". Esos lobos iniciales, difusos e innombrados pero reales, su amenaza sobre unas Sylvia y Maureen que salieron a practicar jogging, o tal vez no. El texto con sus fértiles cambios de ritmo, sus conversaciones posibles, sólo imaginadas, mundos que podrían ser o haber sido, canallas de la vida, inocencia vulnerada, inocentes que saben también morder, jugar sus bazas y ser verdugo o tener la mejor carta, el garito-club de Ronald... Una de las mejores armas narrativas de Paul Viejo es su acierto en la insinuación, una insinuación que sabe decir y apuntar certeramente, pero sin resolver del todo o rematar, dejando espacio para diferentes lecturas. En "Derrapar", con esas clases de conducir en Italia, sabemos de la Rubia, de un accidente, y el relato proviene sólo de un esbozo, de los fragmentos que nos llegan desde una conversación de barra de bar. Hay definiciones que estremecen: " Todo accidente es un fantasma que termina por aparecer. Una época feliz que se acaba". En "Ocho piernas", con el escribir firme y nada edulcorado o elusivo de Viejo,  asistimos a la extrañeza y desmemoria de un homosexual, desconcertado en la mañana. Es la perplejidad de Ron Sheppard ante un par de piernas de hombre que asoman bajo la manta al despertar, y su reconstrucción de los hechos: posibilidades que, como en el relato del atraco, pueden incluirte a ti, a tus deseos o a tu vergüenza por ser sorprendido y reconocido en ese trance. Y podría Paul Viejo haberse limitado a contar historias, pero, en ese juego de realidad-ficción, apuesta por una poética del cuento, no es extraño que el siguiente texto lleve por título "Mis problemas con la ficción" (brillante juego que da, de paso, la medida de la capacidad inventiva e iniciadora de historias de Paul Viejo). Contar, arrancarse a contar, es el dilema que preside "Cada noche", con esa mujer desnuda que le pide desde la cama "Cuéntame un cuento".  Una petición que martiriza: "Y pienso que no te va a gustar que te cuente uno de mis cuentos... cuentos sin apenas historia, tan quietos... Como si el mundo no pudiese estar en silencio de cuando en cuando..." Hay toda una honesta y esclarecedora declaración de principios (literarios) en el relato: "pero más difícil es contar un cuento como los míos, que casi son ventanas rotas, fotos rotas, juegos incompletos, rompecabezas a los que a veces les faltan fichas y donde tan importante es lo que se cuenta en el cuento, como lo que no se quiere o no se sabe o no se debe contar". Ahí continúa, con su petición no atendida, la amante desnuda,  "porque cómo explicarle que hay cuentos que ni siquiera tienen un final, igual que hay puñetazos que no dejan marca, un desenlace". Escribir es una tarea tan difícil que provocará combustiones internas en ese hombre de éxito, pero negado a la escritura, de "Una mirada irlandesa" ("Para él la vida ya no es más que una Hispano-Olivetti que no arranca"). "Correcciones" permite la aparición del autor y galerías hacia otros cuentos ("a la altura de aquella sucursal bancaria donde dice Paul Viejo que acribillaron a Geena), con una nieve prodigiosa para Ted Parker que es a la vez página y folio desbordado. Sabremos también que en la nieve hay cicatrices que son pisadas y que existen real o/y ficticiamente "unos ojos de color Alemania en primavera". El escritor puede ser ahí juez implacable, sentirse incluso culpable por su tremenda capacidad de decisión sobre la vida de sus frágiles personajes. Juez, e incluso aprendiz de mago en "Sin salir de Marta", que es la creación o el empuje, el soplido sobre una perturbadora Marta de ficción para que sea posible que, en la realidad, aparezca. Marta entre dos amores. Uno puede sufrir incluso celos de una mujer de ficción: "que follen también, Viejo, no puedes hacer nada, pero eso sí, no lo imagines, no los metas en tu cabeza porque entonces te la revientan". Un personaje de ficción puede ser insaciable: "Cuánto pide. Marta lo pide todo, y yo no me tengo ni a mí". Los límites del cuento y del perfilar personajes los recorre Paul Viejo en "Un cuento es un cuento es" y de paso celebra, como en todo el libro, la capacidad de inventar, de disparatar y mezclar. Dentro de una narración se reparten golpes, se disparan armas, o se va de puntillas, para no tener "la impresión de haber interrumpido el mayor acontecimiento de la historia". El libro termina con esa atmósfera londinense de "Divinos detalles", repleto de sonoridad, poesía e invención, de posibilidades que sólo se apuntan o quedan en germen: el hombre que ha salido del British con una bolsa de papel, o el encuentro, desnudo, con la hija de la casera en un pasillo. El autor vive en su texto y tal vez quiera irse de allí, "salir de esta historia" tras haber llamado zorra a su pareja. Todo cuento queda, finalmente sugerido, prometido y "ensimismado en sus propios misterios".

sábado, 10 de noviembre de 2012

"Trasfondo", de Patricia Ratto

Como mi reseña del pasado viernes (9-11-2012) en El Cultural de El Mundo, apareció tan tremendamente recortada que parecía sólo una visión somera de una novela tan interesante como TRASFONDO, de la argentina Patricia Ratto, me decido a colgar aquí el texto completo.
 
 
 
Trasfondo
PATRICIA RATTO
Adriana Hidalgo Editora. Madrid, 2012
146 páginas, 14 euros 
  Se hace difícil enumerar las virtudes de una obra que posee tantas como este Trasfondo, tercera novela de la argentina Patricia Ratto. La base es aquí una historia real: en el marco de la tragedia de las Malvinas, la autora cuenta el infierno por el que pasan durante treinta y nueve días en el Atlántico Sur los treinta y cinco tripulantes del submarino de la Armada argentina “ARA San Luis”, una nave que entra en combate en condiciones absolutamente precarias: motores, computadoras de tiro y torpedos dañados de antemano. Reducir el texto a una “novela de guerra” sería dejar de lado el verdadero tema de fondo y el propósito narrativo de una escritora que llevó a cabo un largo y exhaustivo trabajo de documentación en el que entrevistó a catorce de aquellos combatientes de 1982. La obra apunta, con sobriedad y sin truculencias estilísticas, a toda una reparación moral y rompe el silencio y el dolor de quienes tanto callaron tras un oscuro regreso en el que nadie pudo o quiso celebrarlos.  A través de los ojos y la voz de un minucioso observador, un suboficial destinado en la sala de máquinas, Patricia Ratto cuenta con maestría, en una precisa secuencia de comportamientos encadenados, el micromundo claustrofóbico de unos jóvenes enviados por sorpresa a morir por su nación en condiciones inhumanas y de absoluta desventaja, para defender unas islas y un enemigo tan real y poderoso como fantasmal e invisible (“indefensos e irremediablemente absurdos”). La autora sabe transmitirnos la brusca interrupción de sus vidas, su perplejidad y su rabia contenida, la angustiosa sensación de asfixia y de dilatada espera cuando el tiempo que se percibe ya de otra manera, el precipicio de la locura que sólo salva la camaradería y la repetición de rutinas consabidas. El “ir a inmersión” y el “tocar fondo” suponen sumergirse en una pesadilla de irrealidad y sinsentido al servicio de lejanos designios y órdenes imprecisas calculadas para un suicidio colectivo. El vapuleo inmisericorde de las cargas de profundidad inglesas cobra tintes de castigo divino sobre quienes se viven como animales asustados en una madriguera. El lector percibe el frío y la humedad, las “toneladas de agua helada sobre sus cabezas”, pero, sobre todo, esta ceguera de la profundidad de quienes sólo pueden guiarse por sonidos, por ruidos y alertas de sónar (“rumores hidrofónicos”). Ni siquiera las emisiones de radio que a duras penas captan con su “antena látigo” resultan orientativas o fiables. Ratto consigue un logrado efecto coral a través de los comentarios y apreciaciones de unos y otros marineros (Heredia, Grunwald, Rojas, Olivero, Polski…) Argentinos y británicos, se nos dice, habían compartido un asado no hace mucho, durante unas maniobras conjuntas. Unos y otros arrojados después a los absurdos de un macabro juego de barcos: “¿A quién se le habrá ocurrido todo esto?, meternos a todos en esto, un tubo lleno de argentinos por aquí, un tubo un poco más grande lleno de ingleses por allá”. Magistral ese sobrio y sombrío regreso a Puerto Belgrano, con la conciencia clara de la inutilidad y de no haber sido ni víctimas ni héroes. Patricia Ratto logra una novela poderosa, capaz de desenmascarar un gigantesco engaño desde un pequeño ángulo certero.
ERNESTO CALABUIG

miércoles, 7 de noviembre de 2012

De unas palabras de Edmundo Paz Soldán

Ayer, durante la presentación en Madrid de su libro de relatos "Billie Ruth", Edmundo Paz Soldán dijo algo que me pareció de verdad interesante. Creo que son veintitrés los años que lleva viviendo en Estados Unidos, y comentó algo así como: "Yo pensaba que con los años me iría sintiendo cada vez más integrado en Estados Unidos y me siento, sin embargo, cada vez más extrañado. Ese extrañamiento, ese distanciamiento, es malo para la vida cotidiana, pero muy bueno para crear ficción"

lunes, 5 de noviembre de 2012

Del escritor como lobo

Puede que los buenos escritores, los escritores "de raza" o aquellos que han ido descubriendo cómo escribir de veras lo que quieren escribir, se asemejen en su tarea al proceder de los lobos que nos presenta PAUL VIEJO en uno de sus relatos de "Los ensimismados". Él escribe: "Los lobos no son conscientes de su juego. Descienden desde el bosque a la ciudad y comienzan a buscar sus objetivos, dando vueltas en círculos hasta estrecharlos... No saben lo que hacen, pero saben lo que quieren".

domingo, 4 de noviembre de 2012

En recuerdo

Veo cómo se marcharon fuerzas de la naturaleza como Enrique Morente o Agustín García Calvo, o tantos otros... Vivo con perplejidad que, después de tanto vivir, batallar, pensar o cantar (sentir, en suma) pasen a ser noticia de un día y luego... silencio. Uno desearía algún tipo de permanencia merecida, ganada a pulso, que equivaliese a la justicia. Perdón: a la memoria.

Autores de los que me ocupé en la Revista "Quimera" entre 2001 y 2006

  • Álvaro Pombo, W. G. Sebald, Günter Grass, Paul Theroux, A.S. Byatt, David Leavitt, Marcos Giralt, Martin Amis, Ian McEwan

Colaboraciones con "Nueva Revista" 2001-2002

  • Traducción del alemán del artículo de Richard Herzinger El consumo como meta (Endziel Konsum, Die Zeit, 2-11-00) que en Nueva Revista aparece como La americanización del globo, pp. 47-55 (mayo-junio 2001)
  • Traducción del alemán del discurso anual berlinés (Berliner Rede) del presidente alemán Johannes Rau, dedicado a los límites de la biopolítica, que tiene por título ¿Irá todo bien? Por un progreso a escala humana. (Wird alles gut? Für einen Fortschrift nach menschlichem Mass). Nueva Revista, pp. 46-64 (julio-agosto 2001)
  • Artículo publicado en la sección Literatura, titulado: Álvaro Pombo: la exaltación y el Reino. pp. 131-137 (Sep-Oct. 2001)
  • Traducción del alemán del relato de E.T.A Hoffmann titulado Haimatochare. Nueva Revista, pp. 158-171 (julio-agosto 2002)

Colaboración en Revista de Occidente (Oct. 2007)

  • Artículo titulado "Lo que el corazón lleva", acerca de la novela de Luis Mateo Díez "La piedra en el corazón"(Galaxia Gutemberg, Círculo de lectores. Barcelona, 2006)