martes, 29 de diciembre de 2009

2010. Propósitos para el nuevo año





No sé por qué se me quedó grabada esa expresión de la lección de un manual de inglés. Yo tenía, digamos, dieciséis o diecisiete años, y Arthur y Mary, los protagonistas de aquellos libros coloridos y llenos de talento ("Starting Out", "Getting On", "Turning Point"...) anotaban en una libreta sus "New year´s resolutions", sus propósitos para el nuevo año, cosas modestas pero luminosas, a la medida de la pareja de bibliotecarios jóvenes de Middleford que eran. Aquello eran los ochenta. Sus deseos y los nuestros, los de quienes empezábamos a cogerle gusto al inglés a través de la alegría y los aires nuevos que transmitían esos textos. Creo que hay hasta foros en internet donde el hilo conductor es algo así como "Yo aprendí inglés con Arthur Newton". Los recuerdos que tengo asociados a aquellas tardes de idioma inglés, intenté comprimirlos en mi relato "De nombre artístico Álvaro Labra", una de las piezas de mi libro "Un mortal sin pirueta". Propósitos del nuevo año. Si todo va bien, en 2010 publicaré dos libros: como autor, mi novela "Expuestos"; como traductor, la versión española de "Die Nacht, die Lichter" (La noche, las luces), de Clemens Meyer. Ambos saldrán en la editorial Menoscuarto. Sin embargo, y a pesar de la alegría por estas publicaciones, si alguien me preguntara por mis propósitos para el año 2010, serían otros dos, y no tendrían forma de libro:
1) Liberarme de la inquietud y de la ansiedad, que me vuelven a menudo tan inestable, vulnerable y desequilibrado.
2) Liberarme de los sentimientos negativos, de la agresividad, del pequeño veneno cotidiano que todo lo enrarece e impide respirar y vivir como uno debiera.
Supongo que ambos propósitos confluyen en la necesidad de ser más fuerte, pero no se trata de la fortaleza del gigante Atlas, de Mister Muscle o de un muñeco Gormiti, señor de la naturaleza. Se trata de una fortaleza diferente: una que suavice aristas, que, curiosamente, debilite, humanice, equilibre. Que nos vuelva en cierta medida más sabios o que apunte hacia el camino para serlo. Mejorar. El gran secreto. Casi nada. Pero puestos a pedir...
En el fondo ser como ese personaje del manual de inglés, alegre, optimista y despistado, el bueno de Arthur Newton.

martes, 15 de diciembre de 2009

Lo que el autor tiene que decir. A propósito de un espacio de radio


Con mucha frecuencia a uno le sorprende lo insuficiente que resulta un escritor al hacer declaraciones acerca de su propia obra. Tanto que llegas a preguntarte: cómo es posible que una persona aparentemente tan plana, titubeante, inestable, incluso falto de vuelo y de gracia... sea el autor del libro X que tanto nos gustó, conmovió, emocionó, dio que pensar. Me lo aplico a mí mismo y a mi extraordinario parecido con Rain Man las pocas ocasiones en las que he tenido que enfrentarme a entrevistas en las que tenía que hablar de mí y de por qué he escrito lo que he escrito. Otra cosa son los formularios que los periodistas envían por Internet, ahí el tiempo y la tranquilidad juegan a favor de uno y hasta acabas resultando algo profundo e inteligente. Javier Marías hace mucho que se refiere a un "pacto con el lector", según el cual lo que uno tenía que decir, su mejor yo, el yo literario, el que debe conocerse y tratarse, está puesto en los libros. Cualquier indagación que vaya más allá, el conocimiento directo del autor, el "abordaje" personal, puede tener serias contraindicaciones y producir una gran desilusión. Hay quien lo tiene tan claro como Fernando Aramburu, del cual hablaba el otro día en mi anterior entrada. Aramburu decía hace tiempo en El País: "Al escritor capaz de expresar la complejidad de la naturaleza humana yo le concedo un gran valor, aunque en su vida privada sea un granuja. Leo sus obras y a él que lo aguante su padre... Una vez terminada la obra, el autor es residuo, peladura, deshecho". Bueno, todas estas reflexiones previas eran sólo para contar que el sábado pasado el escritor Juan Jacinto Muñoz Rengel dedicó un espacio a mi "Un mortal sin pirueta" en su programa de Radio Nacional y yo agradecí infinitamente que no se me escuchara a mí, sino a mi yo literario: Muñoz Rengel leyó con su buena voz un fragmento de mi relato "De nombre artístico Álvaro Labra", dejó que el texto sonara. Y de eso se trata. ¿No?
Este es el enlace del programa. Por si os apetece escucharlo:

viernes, 4 de diciembre de 2009

A propósito de Fernando Aramburu



Descubrí a Fernando Aramburu tarde -gracias a un consejo de Manuel Longares- y por la que quizá sea su obra más célebrada: "Los peces de la amargura". Recuerdo cómo me impresionó su mezcla de sobriedad, dureza, poesía, lucidez, sentido del humor, en esa galería de personajes de una sociedad vasca que él conoce tan bien, a pesar de vivir en Alemania desde 1985, donde trabaja como profesor de español. Aramburu parece directo, sólido y de una pieza, en un mundo (literario y no literario) en el que casi todos nos andamos con tantas chiquitas, disimulos y contemplaciones. Me pareció también rotunda su traducción del alemán de las obras completas de Wolfgang Borchert. No lo conozco personalmente, por mucho que seamos "colegas" de El Cultural de El Mundo y que no me perdiera una sola de sus verónicas en la sección "Pan de higo", tan clara y a pie de calle que lo mismo hubiera podido llamarse "Al pan, pan". Ahora sigo también su sección Gatos Ensartados, y en su artículo de hoy, "Gente y literatura" me parece que da una buena respuesta a algo que yo me preguntaba a menudo: ¿qué, o quién, es lo que hace grande, digna e importante a la literatura? Su reflexión es también una buena cura para aquellos escritores con éxito que a menudo, mientras levitan y se pavonean, olvidan hasta qué punto estan en deuda con sus lectores y dependen de ellos. En el artículo, Aramburu comenta una reunión literaria en torno a "Tokio blues" de Murakami a la que Aramburu asistió, cargado, por cierto, de prejuicios por lo que consideraba defectos formales del libro y del modo de escribir del escritor japonés. Pero la constatación de que la novela (más allá de sus imperfecciones estilísticas) había sido capaz de conmover, emocionar y decir tanto a algunas de las personas que se encontraban a su alrededor en aquel círculo de lectura, conduce a Aramburu a un replanteamiento de sus ideas previas y, sobre todo, a esta hermosa conclusión: "Gente desconocida y sensible dignifica la literatura. Y la hace posible".

Autores de los que me ocupé en la Revista "Quimera" entre 2001 y 2006

  • Álvaro Pombo, W. G. Sebald, Günter Grass, Paul Theroux, A.S. Byatt, David Leavitt, Marcos Giralt, Martin Amis, Ian McEwan

Colaboraciones con "Nueva Revista" 2001-2002

  • Traducción del alemán del artículo de Richard Herzinger El consumo como meta (Endziel Konsum, Die Zeit, 2-11-00) que en Nueva Revista aparece como La americanización del globo, pp. 47-55 (mayo-junio 2001)
  • Traducción del alemán del discurso anual berlinés (Berliner Rede) del presidente alemán Johannes Rau, dedicado a los límites de la biopolítica, que tiene por título ¿Irá todo bien? Por un progreso a escala humana. (Wird alles gut? Für einen Fortschrift nach menschlichem Mass). Nueva Revista, pp. 46-64 (julio-agosto 2001)
  • Artículo publicado en la sección Literatura, titulado: Álvaro Pombo: la exaltación y el Reino. pp. 131-137 (Sep-Oct. 2001)
  • Traducción del alemán del relato de E.T.A Hoffmann titulado Haimatochare. Nueva Revista, pp. 158-171 (julio-agosto 2002)

Colaboración en Revista de Occidente (Oct. 2007)

  • Artículo titulado "Lo que el corazón lleva", acerca de la novela de Luis Mateo Díez "La piedra en el corazón"(Galaxia Gutemberg, Círculo de lectores. Barcelona, 2006)