No todo está perdido en esta cruenta batalla entre el viejo y el nuevo paradigma libresco. A veces uno escucha cosas sensatas, y precisamente en boca de personas jóvenes y altamente "tecnologizadas". La semana pasada, en el autobús, dos universitarios veinteañeros charlaban a propósito del e-Book que uno de ellos llevaba consigo "¡para leer novelas en español y en inglés!". No era tanto una descripción maravillada de sus características y posibilidades frente al jurásico patético papel, sino más bien toda una lección de sensatez en el uso: el propietario del Kindle comentaba al amigo que, en casa, siempre que podía, prefería leer libros en papel, ya que sus "viejos" tenían "mazo" de ellos; mientras que para sus viajes en autobús o en metro le resultaba muy cómodo transportar algo tan ligero como su e-book. Me llamó la atención una frase llena de sentido común y hasta de respeto para los que tanto sufren con el cambio de los tiempos (entre los que a menudo, a poco que me empujen, me cuento, por mucho que reconozca las nuevas ventajas de viajar a Valencia en tren desde Madrid en hora y media, o guardar toda la información de mi ordenador en un diminuto pendrive). No la recuerdo textualmente, pero decía más o menos: "yo el e-book lo uso como si llevara una fotocopia de los originales. Luego en casa, siempre que puedo, leo libros de los de toda la vida". Me animó y divirtió esta expresión de convivencia pacífica, natural, entre lo antiguo y lo moderno, donde aún se le reconocía al César una cierta preeminencia de quien no es, ni puede ser, mera copia, sino resplandeciente original. Entretanto, leo en algún lugar, estos días atrás, que el diario alemán Die Zeit ha sido capaz de aumentar sus beneficios en plena crisis, apostando con éxito por su versión de papel tanto o más que por el soporte digital. ¿Serán los nuevos tiempos, los tiempos post-crisis, un momento en el que por fin zafios presentadores dejarán de hablarnos a toda hora de zafias y zafios famosillos, e imperarán modelos y enfoques flexibles, prudentes y hasta sabios?
Muy optimista me parece a mí esa visión tuya de la post crisis.
ResponderEliminarA mí me parece que siempre en momentos de cambios surgen toda clase de predicciones negativas sobre lo que los nuevos tiempos depararán (a lo que ahora se une la crisis, que nos muestra el futuro aún más negro), pero luego las cosas se acomodan siempre con mucho menos ruido. Yo al ebook le veo muchas cosas buenas, por ejemplo: que las ediciones no se agotan ni se descatalogan, que dejamos de destruir bosques, gastar agua y contaminar los ríos para producir el papel y que podemos leer libros muy voluminosos con gran comodidad. Estoy segura de que, según se vaya implantando, le encontraremos más atractivos.
Un abrazo
Sí. Lo que quiero decir respecto al momento de crisis es que -al margen de medidas económicas necesarias, etc.- no saldremos de ella mientras los espacios públicos estén ocupados por tanto petardo/a a los que se premia y se respalda socialmente, y se desaprovechen de ese modo. Tienes razón en las ventajas y mejoras que traerá el e-book, aunque sé de buena tinta que de momento sigues disfrutando teniendo libros de los de siempre entre las manos.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por tu comentario.
Ya que soy un jurásico representante de la vieja guardia defensora del libro "de papel" lo primero que diré es que, por mucho que nos cuenten milongas, la pantalla del e-book nos destroza la vista lentamente (y me daréis la razón dentro de X años, si sigo vivo) como cualquier otro soporte digital. Es cierto que su pantalla no es tan dañina como otras, pero es muy perjudicial para la salud.
ResponderEliminarEn segundo lugar, gracias Ernesto por tan interesante reflexión. Ojalá todo el mundo usara el e-book como ese chico y ojalá también que la gente siga comprando CD´s y DVD´s originales y viendo EL CINE EN EL CINE, lugar de donde nunca debió salir.
En cuanto a la desaparición de la pole position informativa de los petardos/as belenestebanianos tengo que ser a la fuerza pesimista. La situación empeora cada día. Pero siempre habrá un huequecillo, por pequeño que sea, para las cosas interesantes en los medios de comunicación.
Un abrazo
Alex Calabuig
Ernesto y demás contertulios (por una vez en el sano ejercicio del término, sin prime time ni aspavientos), yo dudo también con vosotros. Yo necesito ver, palpar, oler, casi saborear mi biblioteca querida con mis Schulz, mis Poes o mis Pynchon, releer el libreto del cd (¡ya ni hablamos de vinilo!) de ese cuarteto jazzístico de Milt Jackson que tanto me costó encontrar, saber que Wong Kar Wai tiene corporeidad en su anaquel correspondiente que lo acoge en vertical tras la tele de plasma. Aquí algo me huele a claudicación lenta e irreversible, a la aceptación de que lo tántrico nos evita el desagradable contacto con el sudor y los humores. Y el problema es que quizá, en este mundo obsesionado con la higiene y la asepsia, estamos condenados a apartar de nosotros lo demasiado humano. ¿Será posible, pongamos por caso, la difusión de la cultura en África si finalmente se impone el modelo ultratecnológico (pizarras digitales, webs interactivas, ebooks...) que las grandes corporaciones se empeñan en llevar hasta cada casita acomodada del mundo? No sé, no sé, yo casi que no quiero renunciar del todo a la boina, no vaya a ser que al final todo el monte sea belenesteban...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Gracias, Alex.
ResponderEliminarY gracias, Miguel Ángel. Un lujo y una suerte teneros por estas páginas y que me dediqueis un ratito de vuestro tiempo. Un abrazo.
Leí el otro día tu texto, pero hasta hoy no encontré el hueco para contestar...
ResponderEliminarSoy tan romántica que sigo escribiendo (mis textos personales) a mano, en cuadernos que cargo en el bolso, para anotar cuando viajo en metro o en autobús como esos veinteañeros que mencionas. Pero también hay que ser just@s con las nuevas tecnologías y darse cuenta de que, sin ellas, no estaría haciendo esto en estos momentos, es decir, dejarte un comentario por un texto que elegiste colgar en la red de redes para que tus lectores virtuales (much@s de ell@s sin duda también de tus textos en papel) nos comuniquemos contigo...
Yo no creo que jamás lea un e-book simplemente por lo mismo que dice Álex, leer en pantalla me cansa muchísimo. Pero también es cierto que en estos tiempos en que las compañías aéreas complican tanto lo del equipaje de mano quizá es una gran solución para cargar con lectura en un miniviaje, ¿no? Creo que es interesante el debate que estos chicos abrieron y que, efectivamente, todas las tecnologías deberían convivir pacíficamente con lo antediluviano y no cargárselo. A mí me encanta acariciar las hojas de los libros, dejar notas, subrayar, retocar las ya leídas ¿seré rara?
Lamentablemente, en el otro caso que mencionas no puedo ser tan optimista como tú. Quizá también por estar dentro de los medios y ver qué cosas venden (y cómo se venden). Ojalá tengas razón.
Un beso enorme y, como siempre, un placer leerte
Ernesto, gracias por la reflexión y los comentarios que ha generado tu "post". Es muy reveladora la conversación de los jovenzuelos, jajaja.Como dice María, estos cambios siempre generan miedo, pero ni el video desplazó al cine, ni éste al teatro, ni los discos a los conciertos. Yo ya he manejado un ebook de esos -Pablo tiene uno-y es útil para desplazarse, pero sigo haciendo hueco para libros nuevos en las estanterías del salón...
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Ana. Qué bien que te haya gustado esta entrada y que la comentes. Seguiremos en la lucha y llenando estanterías. Un abrazo
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