Es ya un tópico literario el análisis de cómo operan lo verosímil, lo verdadero, lo inventado en parte o sólo a medias, la mezcla indiscernible de biografía y ficción... en las novelas y relatos. En la última novela del colombiano Jorge Franco, Santa Suerte, al describir a una mujer que desde niña se inventaba dolores, atracos, lesiones... y sacaba partido de ello (hasta el punto de conseguir transformarlo en una rentable forma de vida), dice el autor: "Ya había metido la cabeza por el hueco de la mentira y ahora tenía que pasar el cuerpo entero". Me pregunto si no es a eso, más o menos, a lo que nos dedicamos los escritores una vez que descubrimos esa primera fisura en la que parece caber tanto. Obtener rentabilidad, y en los tiempos que corren, ya es otro asunto. ¿Pero qué tal el premio de una buena y lograda ficción?
Pues es un gran premio, creo yo. Hay que aprender a ir por la vida como " el solitario" ( el del poema de Gottlieb al que Schubert puso música, el mismo Schubert podría hablar mucho de todo eso): " lo que en el trajín del ruidoso mundo / mantiene preso el corazón atribulado / no procura contento".
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