Tan acostumbrado a hacer reseñas exhaustivas donde intentas que nada se te escape, acorralando al pobre o rico texto, subrayando, anotando, atravesándolo casi con un alfiler en un corcho imaginario hasta que te pide e implora "déjame ser" o "No me conoces. Yo soy de otra manera". Esta tarea nuestra debería considerarse en cierto modo abuso o crimen. Por eso me gusta la libertad de acudir a una presentación como la de ayer, del libro de Fernando Clemot en la Escuela de escritores (a cargo de Ángel Zapata, Javier Sagarna y David Aliaga) y quedarme con detalles casi casuales que quedan en mi memoria: la concepción de la literatura como hecho civilizatorio, capaz de reflejar la barbarie pero no de defenderla (algo que supo subrayar Ángel Zapata) , la apertura de ese manual no dogmático que es "Cómo armar y desarmar un relato", las preocupaciones narrativas de Clemot (acercándonos, por ejemplo, al misterio del "decir oral" o del por qué, entre dos personas o testigos concretos, hay sólo uno capaz de conmovernos al narrar un acontecimiento), la reflexión sobre la necesidad de expresar y presentar con detalle y corrección, precisamente porque el mundo es arduo y va por otros derroteros...
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