miércoles, 15 de julio de 2009

Del escribir interior. A propósito de Bolaño



Si uno no anda con cuidado, después de publicar un libro, al nivel que sea, puedes volverte un completo idiota que pasa el día esperando e-mails o alertas de Google en las que se te nombre o se te reconozca (y, como dice la gente, hablo “por experiencia propia”, por mi experiencia tras la publicación de Un mortal sin pirueta). En aquella película de Fassbinder era el miedo el que devoraba el alma, pero qué decir de la ansiedad, la preocupación excesiva por la promoción, las ventas, las opiniones de unos y otros, las comparaciones con este u otro autor... todas esas cosas que pueden hacer que olvides y desatiendas justo lo esencial: eres un escritor que tiene que vérselas a solas (en un interior) con los textos. Con ansiedad no puedes escribir ni de la ansiedad. Y qué alegría recuperar la calma, la tranquilidad necesaria para seguir progresando y trabajando en un nuevo texto sin medirte con nadie, ni con nada más que tu propio escrito y sus evoluciones. En eso trato de estar ahora, en el buen y único camino, en lo único de verdad literario. Enlazando con mi entrada anterior (“Salir del mundo... literario”), se trata de un logro de algo parecido a la humildad, parecido a una disolución del yo, un quitarse de en medio, una renuncia natural que, al llevarla a cabo, casi ni importa, relaja, es un dejarse caer. Tal vez Roberto Bolaño lo expresó como pocos en “2666” cuando su personaje del profesor inválido Morini se queda en la casa de Turín y no puede acompañar a México a sus tres compañeros (Liz Norton, Pelletier y Espinoza). Bolaño escribe: “él... ya había iniciado un viaje, un viaje que no era alrededor del sepulcro de un valiente sino alrededor de una resignación, una experiencia en cierto sentido nueva, pues esta resignación no era lo que comúnmente se llama resignación, ni siquiera paciencia o conformidad, sino más bien un estado de mansedumbre, una humildad exquisita e incomprensible que lo hacía llorar sin que viniera a cuento y en donde su propia imagen, lo que Morini percibía de Morini, se iba diluyendo de forma gradual e incontenible, como un río que deja de ser río o como un árbol que se quema en el horizonte sin saber que se está quemando”.

8 comentarios:

  1. Preciosa e interesantísima reflexión...

    Tus fans (con gran e indisimulado egoísmo) agradeceremos que disfrutes de la tranquilidad necesaria para que nos puedas regalar otra obra maestra.

    FASSBINDER

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  2. Gracias por el aviso de la actualización (ya estaba enterada porque mi blog se ordena automáticamente cuando alguien actualiza, soy así jajaja...)

    Visitar este espacio, perdón por la cursilada, es un remanso de paz, es sentirse abrazada por las palabras, es un paréntesis en la locura del día a día y de esta sociedad. Así que ya sólo por eso merece la pena pasarse por aquí a leerte.

    Pero, además, una tiene la certeza de encontrarse con alguien para quien escribir es una pura necesidad interior, pero además una 'obligación' para con l@s otr@s, como si tuvieras que pasar el examen después de la gran obra que YA nos regalaste. Por supuesto que esperamos la segunda (y como dice el amigo Rainer -jeje- con indisimulado egoísmo).

    Me ha gustado mucho eso de "con ansiedad no se puede escribir ni de la ansiedad". Yo (de nuevo perdón, ahora no por la cursilada sino por el egocentrismo) una vez escribí que "no hay felicidad después de la felicidad", en el sentido de que un momento feliz es algo efímero y tan intenso, algo tan profundo que lo que viene después es sólo su recuerdo.

    Bueno, amigo, perdón (again) por este rollo, pero hacía tiempo que no te dedicaba unas palabritas. Un beso muy grande y sigue, sigue escribiendo, que un@s cuant@s seremos mucho más felices...

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  3. Muchas gracias, Fassbinder y Amelie por seguir este blog y arrimar siempre el hombro a cada entrada. Un abrazo

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  4. En la última novela de Luis Landero, Hoy Júpiter, el protagonista pasa mucho tiempo desasosegado buscando en la prensa las reacciones que la publicación de su novela haya podido provocar, un trasunto, claro, de lo que le presuntamente le pasó a Landero y de lo que le pasa a cualquiera que haya publicado algo. El protagonista, al final, abandonado por su mujer, sin amigos ni familia, se refugia en el despacho de su casa y se vuelca, feliz, en su trabajo, sin esperar nada excepto la recompensa de dedicarse a lo que le gusta y quiere. La moraleja es sencilla pero, ¿quién posee tal estoicismo e imperturbabilidad?

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  5. Gracias, Joaquín, sé que tú, como escritor que también ha publicado, conoces bien todas estas fases y estos debates por propia experiencia y desde dentro. Gracias por querer participar en este blog y por mencionar ese libro de Landero, que a mí me parece de los mejores que se han escrito en España en los últimos tiempos, por eso lo puse en el listado de libros favoritos. Un abrazo. Ernesto

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  6. La "imperturbabilidad" del trabajo del escritor y la "perturbabilidad" que su obra genera o debe generar en el lector.
    Qué puedo decirte de Bolaño.... que parece imposible que pueda contener todo lo que contiene.

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  7. Hola Ernesto, sigo tu blog, aunque no me anime a escribir. Me ha gustado especialmente esta última entrada porque es un asunto que no se ciñe sólo a la literatura.Qué decir de la crítica y la ansiedad por el reconocimiento de los músicos, actores, pintores... y en otros aspectos menos artísticos de la vida.Es un tema que da para una buena conversación. Aprovecha el verano para buscar esa maravillosa "impertubabilidad".
    Un abrazo
    Ana.

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  8. Muchas gracias, María y Ana, por vuestros comentarios

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