jueves, 18 de marzo de 2010

La poesía de María Malusardi: "Museo de postales"

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Hay libros que hacen tanto ruido y están tan a la vista, que casi parecen imponerse, libros que se te presentan donde quiera que mires: mesas de novedades, escaparates, cartelones que cuelgan de fachadas, reclamos de traseras de autobuses. Otros, en cambio, da la impresión de que sólo pueden llegar hasta ti desde un origen lejano, después de haber recorrido un raro itinerario, por una vía alambicada y casi secreta, cruzando el mar... a menudo gracias al chispazo instantáneo de una causalidad. Justo una casualidad propició que hace unos meses, una tarde de sábado, estuviera yo en una reunión donde se presentaba el videoclip de un cantautor amigo. Allí conocí a una cantante y compositora argentina, Silvina Tabbusch, con quien conversé un rato largo mientras esperábamos a que el acto diera comienzo. Hablamos de una y otra cosa, y, al comentar la riqueza de la literatura hispanoamericana más actual, ella mencionó enseguida a una escritora de su país, buena amiga suya, una poetisa de quien (con gran convicción y en un par de ocasiones) dijo que no se trataba de una autora más, sino de una poeta fuera de serie: María Malusardi. Silvina quedó en enviarme uno de sus libros y también un CD propio para que escuchara su música. Los recibí a los pocos días.
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Ante el fino librito verde claro: "Museo de postales" (Ediciones El suri porfiado), de María Malusardi, nacida en Buenos Aires en 1966, el mismo año en que yo nací. Curioso cómo funcionan los prejuicios iniciales que todos tenemos: dos ideas equivocadas en un primer vistazo: reconozco que me ponía un poco nervioso la idea un tanto snob de miniatura, el formato deliberado y buscado de miniatura. Pero, sobre todo, esa costumbre de algunos poetas de verter un continuo sin signos de puntuación que el lector debe ordenar y desentrañar. Dos ideas equivocadas cómo digo, falsos ídolos que ya el inicio de la lectura me empujó a desterrar. Lápiz en mano, indiqué con guiones los cortes y cesuras mientras iba leyendo... y ocurrió lo más interesante: surgió, se alzó el texto, la grandeza que se erigía tras la miniatura y el aparente ir de puntillas de María Malusardi. Entendí que tras la apariencia ligera y efímera de la cadencia de estos versos fugaces había mucha hondura, joyas como "Primera edad" que me hicieron pensar en el gran Luis Rosales y en aquella frase suya que hace años se me quedó grabada: "Era verdadero como un camino que conduce a la infancia". Malusardi dice, y parece referirse a su propia infancia:

"Se humedecen barquitos de papel en la tinaja/ circo roto o la danza última en la arena/no hay violinista ni andén ni vaca al viento/ no hay cierres ni regresos en la infancia/sino una triste continuidad en los trapos del muñeco sin escena/todo lo que flota es un juguete desamparado:/¿dónde ha quedado la niña?"


Comprendo de golpe la estructura sin cortes de "Museo de postales", la vocación de su autora para que el sentido de sus palabras quede abierto, que incluso un verso sea al tiempo comodín de líneas anteriores y posteriores y en ambas funcione. Así ocurre por ejemplo entre las líneas 5, 6 y 7 de "Descanso de nadadores". La rebelión de María Malusardi se parece a aquella que también propugnaba el filósofo, ahora ministro, Ángel Gabilondo, en su libro "Menos que palabras", donde afirmaba contra los dogmatismos: "Hay palabras que parecen empeñadas en dejarlo todo dicho... en dar en el blanco papel lo que son y que ya no haya más que hablar". Entiendo la apertura y la lectura diversa que, en su modo de presentación, proponen y posibilitan los poemas de esta colección. Quien descifra el mapa cerrado, el bosque de María Malusardi, quien se toma el esfuerzo de transitar por la maraña de sus líneas, se siente pronto acogido y reconfortado, descubre hondura e intensidad. Se sale del texto impresionado por el homenaje final a la malograda violonchelista Jacqueline Du Pré a quien no perdonó la esclerosis múltiple cuando se encontraba en lo más alto ("Mi desesperación es la vigilia/ el cierre de mi voz/ una cajita sin hijos que me sucedan/ sin sueños que me madruguen... humedezco el labio en el dulzor de la madera y duermo"). Se reconoce en este libro la verdad y la autenticidad que escasea tanto en la miriada de poetas clónicos, intercambiables, que pueblan a menudo los concursos y las escuelas de letras. ¿Y qué oficio es este que en realidad no se aprende si no lo llevas tú, si no va de antemano contigo? Reviso mis subrayados en los poemas de María Malusardi y vuelco aquí algunos de ellos para que al cerrar esta entrada suene un poco su voz, o su grafía:

"pequeño infierno de paño y cinta al viento"

"No soy ninguna de esas damas de celaje en los sombreros/ ni esas niñas/ soy una mancha del mundo/ el ahogo/ el siglo enfermo"

"Llevo el peso del bosque en mis heridas"

"Un instante de gozo/ la desdicha/ una obra del tamaño de lo efímero"

"Es raro existir/ el otoño una travesía... oscurezco antes que la noche en la rama... tres vestidos apagándonos de a poco en el camino"

"Todo morir es ocre antiguo/ música en la madriguera/ el hijo, una araña que tiembla en el error del telar"

"No hay palabras para combatir el desencuentro"

"Nadie como yo le ha sacado idioma a las heridas"

1 comentario:

  1. No dejo de sorprenderme por la magia de la vida. Hace ya muuuuuuchos años, una noche cualquiera, en un lugar mítico para la canción de autor(a), Libertad 8, descubrí a Silvina Tabbush. En aquella velada cantó con un mexicano, Gerardo Peña, que también nos gustó pero nada comparado con la voz de esta mujer y lo que decía con ella. "Rainer" también estaba aquella noche conmigo...

    Un beso grande y gracias por el descubrimiento de esta poeta, a la que, a pesar de mis continuos viajes al sur del sur, no conocía.

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