miércoles, 13 de abril de 2011

La poesía de Rafael Juárez: su "Medio siglo"

Medio Siglo
RAFAEL JUAREZ
Pre-Textos. Valencia, 2011

“Si alguien viene, trae el frío; si alguien llega, tú estás lejos”, escribe el poeta Rafael Juárez (Estepa, Sevilla, 1956) en Bahía de los genoveses, uno de los poemas que componen su Medio siglo. Y no es causal esta referencia de inicio, pues el tono de esas palabras parece contener la mezcla de desencanto, aceptación plena de las circunstancias, y el sabio estar de vuelta que preside y domina todo el libro: “¿Cuántas horas tendrá nuestra jornada? Después de tantos pasos, ¿dónde iremos?” Si alguien pensaba que alinearse con la tradición significa algo así como estar apolillado, se sorprenderá con el modo de decir de Rafael Juárez, poeta desde hace mucho “granadino”, que no corre el riesgo del experimentalismo sino uno todavía mayor y más alto: decir aún con una voz y un ritmo clásico, sin desdeñar la pura rima, partiendo de los maestros del ayer para seguir hablando hoy, del momento presente, de su presente. No parece poco experimento. Su instrumento es la palabra honda, la palabra que suena con un aire todavía machadiano y donde aún alientan Garcilaso y San Juan, Lorca y Blas de Otero. Como en el caso de Joan Margarit, la humildad que Juárez cultiva no se cultiva, porque no es impostada, porque surge sencillamente así, de su manera de ser y de su voz. Tenía que llegar, cómo no, un sobrio homenaje explícito a Machado, porque ese era el impulso, la coloratura y la deriva que llevaban las palabras: “Esos versos te hicieron como eras/ son los ojos que ven pasar el río…” Juárez evoca sin cesar paisajes, costumbres, lugares vividos y revividos, sólidas casas avejentadas que han llevado el compás de su propia vida (“Mi alma es como esta casa grande y vieja, llena de soledad y de rincones”), libros leídos y olvidados, caminos con sentido, vías de tren, antepasados que se nombran como si se pasara lista y que echaron raíces para siempre en la tierra que él habita: “Sois el pueblo de ausentes al que volveré un día”. Evoca la niñez de un modo cercano a Luis Rosales. Pues si éste escribía: “Era verdadero como un camino que conduce a la infancia”, Juárez recordará los “secretos soles de conciencia de cuando fuimos niños” o logrará, a su través, poderosas imágenes acerca de cómo será su propia muerte: “descansaré como un niño que se esconde en un pálpito de espera”. Tal vez sólo en ese no hacer ruido de Rafael Juárez, en ese duro pero lúcido reducto en el que vive y escribe el poeta, puedan percibirse y desentrañarse las cosas de verdad importantes: “Claro es lo oscuro, libre lo secreto”. Puede que sólo desde ahí, desde el duro apartamiento, se alcance algo de sabiduría sobrepasado el medio siglo: “Me fui para vivir, pero regreso/ igual que de una mala madrugada” o “Luego la brisa de la madrugada/ nos hará felices si aprendemos” o “Y es verdad. No hay más que dejar la casa, ir a la fuente temprano y descubrir la mañana”. Juárez no es ajeno a la terribilidad del mundo (“Aquí ya no hay dolor para que el hombre mida su dolor”), pero la serenidad que los años le conceden, remite a la imagen de “una viña silenciosa” o “una costumbre suave”.

3 comentarios:

  1. Muy bonita esta reseña. Estoy de acuerdo en la valoración que haces del libro y en los ecos machadianos que encuentras. Yo, de madre soriana y alma enamorada de aquella tierra, me quedo con estos versos del poema "Soria": "Camino y vía del tren por los collados/serpean y separan sobre el Duero./Alegría de los álamos dorados".
    Un beso

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  2. Miguel A. Zapata3 de mayo de 2011, 22:53

    Qué bella esa mística adentro de Juárez, poeta silente y discreto que me recuerda un tanto al Miguel Ángel Bernat de "La belleza del silencio". Ernesto, magnífica reseña. Un abrazo.

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  3. Muchas gracias, Miguel Ángel, por tu fidelidad a mi blog y por tus generosos comentarios. Otra cosa, mi mención del otro día "al común amigo Zapata", mi broma sobre las sopas de ajo y las modernidades, no se refería, naturalmente, a ti sino a Ángel. Todo venía de aquella polémica incediaria en nalocos de hace unos meses. Un abrazo.

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