"Creía que pretendías algo más de la vida- dijo Irene-. Eso dijiste la primera noche que nos acostamos. Dijiste que querías que la literatura fuera solamente la mitad de tu vida". Quien haya leído a Bernard Malamud, sabrá que pocas veces se ha descrito tan bien y tan terriblemente la destrucción propia y ajena a la que puede conducir la vida obsesiva de un escritor atormentado y enfangado exclusivamente en su obra. Me refiero a la novela Los inquilinos y a su protagonista, el escritor judío neoyorquino Harry Lesser, que siente que tiene entre manos una obra de primer nivel, pero, a la vez, que "escribe contra acantilados de resistencia". Las reflexiones de Malamud parecen especialmente adecuadas para todos aquellos que nos dedicamos a escribir. El protagonista de su novela se permite una mañana dar un paseo hasta el Museo de Arte Moderno, dando vueltas a sus bloqueos a la hora de avanzar en el texto ("¿Qué estoy haciendo aquí, tan lejos del libro que he de terminar?"). En un momento de lucidez, comenta: "Para espantar de su cráneo aquel pájaro vomitante, disipar el desconsuelo que le impide trabajar, no tiene más que volver a su mesa y sentarse con la pluma en la mano; sin preguntar qué le dará o le dejará de dar lo que escribe. De acuerdo, no es la totalidad de la vida, ¿pero quién es capaz de contener la totalidad de la vida entre las manos? El arte es una esencia, no la esencia de todo.... Si volvía a trabajar tranquilo, calmado, aquel misterioso final, cualquiera que fuera o pudiese ser, este llegaría solamente mientras trabajaba... Ningún ángel se introduciría volando en su habitación con un rollo de pergamino... Un día escribiría una palabra, otro otra, y al tercero, el final".
Sí, es un poco como la vida misma: un día, otro y, luego, el final.
ResponderEliminarBueno, ahora en serio, me gusta tanto Malamud que me cuesta hacer un comentario acerca de él y de este libro. Quizá lo que más he percibido en él, desde que lo leí por primera vez ("El dependiente"), es que se abre con mucha sinceridad al lector, resulta muy humano, reconfortantemente humano(algo que no me ocurre con su "alumno", Roth, que siempre me ha parecido un escritor genial, pero muy frío, por no hablar de su machismo). Las muchas lecturas y la riqueza de su texto da para largo.
Muchas gracias por traerlo aquí.
Un abrazo
PS: perdona, estoy torpe, menos mal que hoy nos dan una hora más (en teoría)