Se comprende que es duro sacar de la chistera un artículo instantáneo cuando muere un autor o se le otorga un importante premio y las redacciones de los periódicos te buscan y esperan que se te ocurra algo y a ser posible interesante. La muerte de Salinger (1919-2010) no nos ha ahorrado toda la retahila de tópicos y chismes acerca de su persona: un autor genial, de culto, sí, pero ¿y su carácter? huraño, agresivo, celoso de su intimidad, cuídate de hacerle una foto si sale del supermercado, ogro en su cueva donde devoraba y traicionaba esposa tras esposa, jovencita tras jovencita (algunos se han referido a "nínfulas", me pregunto si alguien se ha topado por ahí de verdad con una "nínfula", la denominación es cursi, pero no inocente: trata de reforzar la monstruosidad de un escritor que se permitió el lujo de no aparecer y no exhibirse en un tiempo en el que todo y todos aparecen y se exhiben). ¿Algún otro defecto reseñable que acreciente el lado oscuro? Sí: se le tiene por simpatizante de múltiples cultos budistas o cienciológicos, tan radical que incluso practicaba algunos rituales un tanto repugnantes. Como contrapunto heroico casi todos los comentaristas han mencionado la participación del escritor en el desembarco de Normandía y el sufrimiento que le dejó esta experiencia de por vida. Muñoz Molina, en El País, se ha referido a su silencio de años y ha concluido que, después de todo, está bien callarse cuando no hay nada que decir. Parece ignorar que los cuatro libros de Salinger nunca han callado (no sólo El guardián y sus 70 millones de ejemplares vendidos), pues el autor norteamericano ha sido desde los años cincuenta el magisterio insalvable de la narrativa americana contemporánea. Se le escapa también a M. Molina que la decisión de no publicar no equivale a la ausencia de nuevas ocurrencias: Salinger siempre ha continuado escribiendo y ahora asistiremos a la disputa por la gestión de sus manuscritos inéditos. ¿Debemos deducir, en cambio, que Muñoz Molina tiene mucho que decir, sólo por la circunstancia de que en su última novela ha hecho uso de 958 páginas? Podría recordar aquí cuánto me impresionaron algunos relatos de Salinger, como su clásico "Un día perfecto para el pez plátano", pero prefiero acordarme de la huella que me dejó "El guardián entre el centeno" en su momento. (Tengo que reconocer que no he leído su novela corta "Franny y Zooey" ni otra colección de relatos que no sea sus "Nueve cuentos"). Abro ahora mi edición de Alianza de "El guardián entre el centeno" en la traducción de Carmen Criado, pensando cuál sería en mi caso un buen homenaje. Veo mis notas antiguas, allí anoté a lápiz, en la tapa interior del libro, una retahila de observaciones como: "soledad, aislamiento, desvalimiento, inteligencia, lucidez, sentido del humor, imaginación, necesidad de un héroe-tutor, alteración nerviosa, sentido de la justicia y la injusticia, la muerte de su hermano mayor Allie como lo más injusto, la triste herencia de su guante de beisbol, necesidad de permanencia de las cosas, la historia de Jane Gallaher y el juego de damas, sinceridad y autenticidad como valores, el jazz, el poder consolador de la música, lo conmovedor, la figura de la hermana pequeña en el tiovivo con su abrigo azul, la protección de la inocencia como misión, como justificación de toda una vida, ¿hubiera sido posible una gran película como "Gente corriente", la relación del padre (Donald Sutherland) y su hijo, sin El guardián?..." Recuerdo bien el libro, veo mis muchos subrayados y pienso que podría citar ahora como homenaje alguno de ellos. Podría hacerlo, pero se me ocurre de golpe que sería como entrar a saco en un libro tan conmovedor, como tirarle una molesta foto por sorpresa, como robar un fragmento para mi provecho en la misma cara de Salinger, como sacar un pobre pedazo de un gran conjunto que merece la pena respetar y, sobre todo, volver a leer.
querido Ernesto, supongo que en una sociedad como la nuestra en la que la gente está deseando salir al espacio público a hablar de su vida privada sin ningún pudor y en la que hay luchas por participar en programas en los que, después de destriparse unos a otros, el finalista logra la ansiada "fama"¿? , es difícil que se comprenda y comparta esta decisión personal. Lamentable que no se respete, por no hablar del negocio que muchos hacen con toda clase de comentarios y especulaciones. Claro que, si hacen negocio, es porque hay lectores dispuestos a pagar por esa mercancía.
ResponderEliminarLos lectores, en esto como en lo que comentabas el otro día a propósito de Aramburu, tendríamos que ser más coherentes.
Un abrazo