Uno no debería escribir "sobre temas" (el bien y el mal, o parecido) sino contar "historias". Lo decía la semana pasada LUIS LANDERO en la presentación en la librería Alberti de Argüelles, en Madrid, de su última novela, ABSOLUCIÓN. También explicó cómo no entendía ese tipo de prosa funcionarial, económica, ramplona, tan común a muchos "escritores". Se me ocurrió, y así se lo comenté, que donde uno de esos escritores descuidados o limitados diría que un adolescente "pasaba las horas aburrido tirado en la cama", el personaje de Landero pasaba las horas "abandonado a la anchura del tiempo". Landero saca partido al lenguaje castellano y, de paso, se diferencia de tanto escritor casposo-español de su generación en que además juega con el lenguaje, se divierte, sin esa solemnidad provinciana apolillada y autoconsciente de... Aunque serán esos otros los que se procurarán un Cervantes, para eso viven, para no dar nunca puntada sin hilo, ni paso atrás. Un paso atrás, ni para coger carrerilla, dice mi padre.
miércoles, 31 de octubre de 2012
lunes, 29 de octubre de 2012
De la justicia en Literatura
Estrictamente literario: el secreto del Cholo Simeone no reside sólo en su fuerte personalidad, ni en ser un excelente entrenador que transmite esa personalidad a sus jugadores. El secreto es que tiene 25 jugadores que se sienten TODOS titulares y a la vez suplentes y que cuando saltan a entrenar o a competir saben que, de lo que hagan, dependerá estar en el campo o en el banquillo. Se lo he escuchado esta mañana a su auxiliar, el Mono Burgos. También ha dicho que para el Cholo el esfuerzo es irrenunciable. Auténtica justicia retributiva, ¿no? Pensemos en un editor de verdad, un Cholo Simeone de la literatura que pudiera de verdad animarnos desde la banda, valorar nuestros méritos y colocarnos en el lugar que nos corresponde. Más de uno dejaría de sentirse en la mazmorra de la indiferencia y el desánimo, tan comunes, y recibiría un merecido y tranquilizador baño de luz. Y viceversa: más de un corrupto, trepa, autor de sexta fila, ganador de premios prefabricados y de trajes hechos a medida pasaría un tiempo a la sombra... que merece. What a wonderful world!
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martes, 23 de octubre de 2012
La obsesión de la escritura
"Creía que pretendías algo más de la vida- dijo Irene-. Eso dijiste la primera noche que nos acostamos. Dijiste que querías que la literatura fuera solamente la mitad de tu vida". Quien haya leído a Bernard Malamud, sabrá que pocas veces se ha descrito tan bien y tan terriblemente la destrucción propia y ajena a la que puede conducir la vida obsesiva de un escritor atormentado y enfangado exclusivamente en su obra. Me refiero a la novela Los inquilinos y a su protagonista, el escritor judío neoyorquino Harry Lesser, que siente que tiene entre manos una obra de primer nivel, pero, a la vez, que "escribe contra acantilados de resistencia". Las reflexiones de Malamud parecen especialmente adecuadas para todos aquellos que nos dedicamos a escribir. El protagonista de su novela se permite una mañana dar un paseo hasta el Museo de Arte Moderno, dando vueltas a sus bloqueos a la hora de avanzar en el texto ("¿Qué estoy haciendo aquí, tan lejos del libro que he de terminar?"). En un momento de lucidez, comenta: "Para espantar de su cráneo aquel pájaro vomitante, disipar el desconsuelo que le impide trabajar, no tiene más que volver a su mesa y sentarse con la pluma en la mano; sin preguntar qué le dará o le dejará de dar lo que escribe. De acuerdo, no es la totalidad de la vida, ¿pero quién es capaz de contener la totalidad de la vida entre las manos? El arte es una esencia, no la esencia de todo.... Si volvía a trabajar tranquilo, calmado, aquel misterioso final, cualquiera que fuera o pudiese ser, este llegaría solamente mientras trabajaba... Ningún ángel se introduciría volando en su habitación con un rollo de pergamino... Un día escribiría una palabra, otro otra, y al tercero, el final".
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miércoles, 17 de octubre de 2012
Bernard Malamud y "lo revelador"
Supongo que cada uno tiene una idea de en qué reside que un autor sea, aparte de grande, "revelador". Leo estos días a Bernard Malamud, autor que falleció en 1986, y no dejo de pensar en una especie de polifonía que surge de una trama aparentemente sencilla. Dicho de otra manera: de cuántas cosas es capaz de hablar a partir de un argumento aparentemente sencillo y cuántas líneas de fuerza nacen de su manera humilde de estar y escribir en el mundo.
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Bernard Malamud (Nueva York, 1914-1986) |
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martes, 16 de octubre de 2012
Verosimilitud e inverosimilitud
A menudo se le pide a los escritores un esfuerzo de verosimilitud en sus narraciones, e incluso se les critica por "inverosímiles". El escultor que se ocupó en su día de representar a cuatro glorias de la literatura y el pensamiento alemanes (Schiller, Goethe, Herder y Wieland) en el Palacio de Belvedere (a las afueras de Weimar), debió sentirse liberado de este afán de recrear al menos parecidos entre lo vivo y "lo pintado". Iba, como solemos decir, "por libre", o, transfigurado por esta vegetación, se sintió por un momento César Aira y... se dejó llevar. Yo no pude evitar, este agosto pasado, hacer un poco el idiota junto a los cuatro bustos y, de paso, imitar, como quería Rilke "la calma de la piedra". Busqué mi propio parecido.
Con Schiller |
Con Goethe |
Con Herder |
Con Wieland (Las 4 fotografías las tomó Antonio Calabuig Castro) |
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martes, 9 de octubre de 2012
Bernard Malamud y la dignidad del escritor
"Lesser, cuando escribía, era a veces como una ruidosa locomotora, con todos los vagones enganchados, a excepción del furgón del maquinista, que chirriaba a lo largo de las vías retintinantes hacia una región cuya topografía sospechaba pero no conocía hasta llegar a ella".
Leo estas palabras acerca de cómo el autor va descubriendo sobre la marcha -como un explorador- la obra que escribe, en las primeras páginas de LOS INQUILINOS de BERNARD MALAMUD (El Aleph Editores, 2012), una novela de 1971 a la que yo llego ahora, con tanto retraso. Tengo la sensación de estar llegando con retraso a demasiados autores (Malamud es uno de ellos) y de que no todo depende de que haya "demasiados" autores y nuestras fuerzas y tiempo sean limitados. Una persona muy cercana, que conoce bien la obra de Malamud, me había hablado de él y de su "superioridad" respecto a su discípulo Philip Roth. Me había recomendado obras como "El dependiente" o "El reparador". Leo "Los inquilinos" y me va pareciendo prodigioso, inteligente, lúcido, serio y divertido a un tiempo. Asisto al esfuerzo del protagonista, el escritor Lesser, último inquilino de un inmueble neoyorquino amenazado, un resistente que tiene entre manos una tercera novela, que aspira a que sea la mejor de las suyas, y que en la dureza de sus condiciones de vida muestra toda su dignidad: "Las cosas podían ir peor y de hecho habían ido peor, pero Lesser seguía siendo un escritor que escribía... Quiero que los demás opinen que soy alguien consciente y no un frívolo que ha disparado todos sus cartuchos... Tengo que justificarme ante mí mismo con una obra de primera clase".
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lunes, 1 de octubre de 2012
Verano en Weimar
Si es que eso puede llegar a ocurrir, este pasado verano, en Weimar, me sucedieron demasiadas cosas. Conforme tomaba notas al hilo de los días (unas 50 páginas de cuaderno) y hacíamos fotografías con la cámara y con mi Blackberry, pensaba en una posible y extensa entrada para este blog. Puede que el exceso de materiales funcione ahora en mi contra, como cuando uno acumula demasiadas páginas y anotaciones para el proyecto de un nuevo libro. A veces es mejor contar sólo con unos pocos, pero seguros hilos de los que ir tirando. Me siento ahora incapaz de relatar o resumir una experiencia como la del pasado agosto, en la que hubo mucho ocio (mucho pedalear y caminar descubriendo personas y lugares nuevos), pero también un gran aconteciento (al menos para mí): terminé por fin mi nuevo libro de relatos y estoy bastante satisfecho con los mundos y las atmósferas que he querído retratar. No cuento más. Sólo cuelgo aquí, casi al azar, algunas fotos de mi última estancia en Alemania, que no resumen nada pero muestran algo.
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La universidad Schiller en Jena |
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Mis carteles favoritos. En ruta con la bici |
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Lugares agradables donde comer, como El oso negro |
Algunos de los libros que compré en Weimar |
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Algunos días o ratos de lluvia mientras en España no caía una gota |
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Las "Heidelbeere" (arándanos) de cada día |
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La habitación en la que escribía cada tarde |
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Otros ángulo de la habitación... |
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Caminos de bosque. El cuarto era yo |
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...en la que terminé mis nuevos relatos |
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Mientras escribía, Goethe me miraba cada tarde desde la pared, pero parecía estar de mi parte |
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Casas en Jena junto al río |
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Buenos tiempos de agosto. Junto al palacio de Kromsdorf |
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Un antiguo piano en el palacio de Weimar |
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Otra de mis señales favoritas. La prioridad queda clara |
Viejos coches del Este que aún circulan. El famoso Trabi de la DDR |
La célebre "Thüringer Bratwurst" |
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Apoldaer fue toda una estrella |
Otro bonito Trabi de la antigua Alemania |
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Desde la ventana de casa sólo bosques |
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Pasando junto a la casa de jardín de Goethe |
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Camino ciclista del valle del Ilm |
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El supermercado también es importante |
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No es nuestro jamón, pero el jamón ahumado de la Selva negra... |
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Praderas sin fin |
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Entrada a la casa de Listz |
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Sin palabras |
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La Gartenhaus de Goethe junto al río Ilm |
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Rutas increíbles |
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La torre de la iglesia de St Michael en Jena |
Paisajes |
Si Schiller o Goethe supieran de sus grandes almacenes... |
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Faltaban 23 km de regreso en bici |
Eh. Kommst du mit? ¿Vienes? |
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Sí. Existe también el Salami Goethe |
Tras 23 km de bici desde Weimar, estamos en Erfurt |
En Erfurt, una mañana de luz |
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El té negro a la menta para combatir el calor |
Esta leyenda resume bastante bien a lo que me dediqué este verano |
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Parece un tractor, pero así son aquí los cortacésped |
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